3.2.3.- Los colmenares.
Una de las actividades que desde antiguo están recogidas en la documentación es la relacionada con la utilización de la miel como un elemento económico importante en la población de Carazo. El Catastro de la Ensenada (1752) refleja con claridad dicha actividad que se ha prolongado hasta nuestros días. De la misma quedan restos materiales repartidos por todo el término municipal en pequeñas cercados de piedra que defendían las colmenas de los animales y al mismo tiempo definían una propiedad. En todo caso no todos los colmenares estaban en los campos pues también había colmenas en la propia población, tanto en las casas particulares como en la propia iglesia parroquial.
El diccionario de la RAE define colmenar como “lugar donde están las colmenas” y colmena como “Habitación natural de las abajes”, “Enjambre que vive en la colmena” y “Recipiente construido para habitáculo de las abejas”. Por todo ello entendemos que el colmenar es el espacio donde se ubican las colmenas y a partir de ese concepto trataremos de identificar los lugares del término de Carazo que bien por el nombre que recibe el pago o por los restos materiales podemos decir que hubo un colmenar.
Nos vamos a limitar a significar algunos de los colmenares en los que quedan restos de los muros que definían el cercado y algunas manifestaciones de donde estuvieron colocados los dujos y algún testimonio del tipo de colmena habitual (fig. 91). Dichos recipientes se fabricaron a partir del vaciado de troncos de robles o sabinas, de algo más de medio metro de altura, en cuyo centro se colocaban varios palos (fig. 92) para que en esa zona se ubicara la enjambre con los correspondientes paneles. El tipo de colmena actual tanto en lo referente a la forma como en la estructura interna ha variado mucho alejándose de lo fuera la que tradicionalmente hubo en Carazo y en las poblaciones del entorno.
Desde la BU-910, a la altura de “valdemolinos” tomaremos el camino a mano derecha que nos conducirá, luego de recorrido algo más de setecientos metros a la zona de “los puntones”. Desde ahí seguiremos el camino que va en paralelo al “prado concejo”. Poco antes de llegar a “la nava”, tomaremos una senda a mano derecha que, a través de un vallejo, nos conducirá al colmenar que perteneció a Nicomedes Cibrián y con posterioridad a su hijo Antonia Cibrián, alias “Nico”1. De lo que fuera el colmenar antiguo no quedan casi restos pues ha sido reformado en tiempos recientes (fig. 93). Sólo hemos podido documentar alguna de las losas cuadrangulares reutilizadas donde estuvieron colocados los antiguos dujos.
Desandamos la ruta, una vez en el camino, seguiremos hasta el vallejo de “la nava”. Una vez allí nos desviaremos a mano derecha. Cuando casi hayamos llegado al final tomaremos la hoya izquierda que nos llevará hasta los restos de un importante colmenar2. En este caso los restos que han llegado hasta nosotros nos permiten reconstruir en su integridad la planta que tuvo y la orientación de la misma (fig. 94). Los muros son de piedra arenisca, con aparejo entre la mampostería y el sillarejo y ligante de barro (fig. 95). El edificio de forma próxima al rectángulo tuvo una orientación ligeramente NW-SE. No hemos logrado conocer quien fuera el último propietario. En todo caso sí podemos decir que por, la superficie que ocupa, fue el mayor de todos los que hemos documentado.
Desde el colmenar precedente seguiremos monte a través en dirección oeste. Casi en la cumbre del otero por el que caminamos, en el remate del primer vallejillo, en lo más profundo del mismo, localizamos el espacio donde estuvo ubicada el colmenar que convenimos en llamar del “tió Manuel”3. Los últimos propietarios fueron D. Manuel Aragón y sus hijas Dª Elena Aragón y Dª Manuela Aragón. Todo indica que tuvo un muro que definía el colmenar que en la actualidad ha desaparecido en su mayor parte, pues tal vez la defensa y definición del espacio se hicieran con alguna estructura de madera o similar. En todo caso conservamos un cuidado muro de sillarejo, de 80 cms de grosor y más de seis metros de longitud (W-E) (fig. 97) que en el momento presente cumple las funciones del muro de un bancal que sirve para sustentar el terreno allanado sobre el que se colocaron los dujos. Aún hemos podido ver un elevado número de sillares cuadrangulares de arenisca que fueron el apeo de las colmenas (fig. 96).
De estas únicamente quedan restos de una que indican que se hizo a partir del vaciado de un tronco de roble y tuvo más de 60 cms. de altura.
La misma presenta planta rectangular (fig. 98) siendo de mayor altura el muro norte. Los este y norte van decreciendo hasta la pared meridional donde parece estuvo la pequeña abertura de acceso al interior. El material constructivo es piedra caliza, colocada a hueso en forma de mampostería (fig. 99). El grosor que presenta los muros se aproxima a los 60 cms. En el momento actual quedan restos de las piedras cuadrangulares, areniscas sobre las que se ubicaron los dujos. La única colmena que ha llegado hasta nosotros se hizo a partir de un tronco de sabina en el que se practicaron las correspondientes piqueras. El último propietario del que tenemos noticia fue D. Bonifacio Cibrián. En la actualidad está en desuso y se sitúa dentro de una finca que pertenece a D. Rufino del Cerro.
Desde la fábrica precedente tomaremos el camino que a través de lo ma de las “haces hacederas” nos lleva hasta “rasera la pila”. Una vez allí nos desviaremos por el vallejo hasta topar con la hondonada siguiente. En la parte alta, mirando hacia “las ollas”, nos toparemos con los restos de otro colmenar de notable desarrollo (fig. 100)5. En el momento presente quedan parte de los muros norte y oeste y un número importante de piedras areniscas -cuidadosamente labradas y de forma cuadrangular- sobre las que estuvieron colocadas las colmenas o dujos (fig. 91). Por los restos que hemos podido documentar los muros tuvieron un grosor cercano a los 55 cms, su aparejo estaba a caballo entre la mampostería y el sillarejo y se colocaron a hueso. Según los datos que hemos podido recabar el último propietario fue D. Martín Aragón y con posterioridad su viuda Dª Daría Cámara.
Salimos desde Carazo en dirección hacia “vallarena”. Llegados al puente tomaremos el camino que lleva hacia “la hoz”. A media cuesta tomaremos la ruta a mano izquierda, recorridos unos doscientos metros de cuesta, en una pequeña pendiente y cobijado por las rocas nos topamos con una pequeña construcción de planta rectangular (fig. 102), muros de piedra caliza colocada a hueso y aparejo de mampostería (fig. 103)6. En el mismo se conserva en aceptable buen estado el cercado y restos de los sillares cuadrangulares de arenisca sobre los que se colocaron las colmenas. En la actualidad está en uso con dujos de estructura y formas muy alejadas de las tradicionales.
Salimos de Carazo por el camino que lleva hacia los “peñascones”. A llegar a la desviación que sube hacia Peña la cepa nos desviamos a mano izquierda, atravesamos la valla y a media ladera nos topamos con el colmenar sito en la “erren del tió Gervasio”7. Dentro de la cerca de piedra, algo venida a menos, que definía la propiedad y espacio de la erren, en su zona oeste localizamos sendos colmenares. Ambos presentan planta rectangular (fig. 104). El situada más al norte conserva en gran medida los muros y la portada de acceso. Sus muros son de sillarejo, con ligante de barro, jambas de la puerta bien trabajadas y muro bien trabajado (fig. 105). El segundo colmenar apenas conserva parte de los muros oeste y sur mientras que de los otros dos únicamente vemos los cimientos. En ambos se conservan los sillares sobre los se colocaron las colmenas.
En las cercanías de la población, en las eras de “Pedro Martín” localizamos la “erren del tió Serafín”8. En esta ocasión no encontramos un colmenar en sentido estricto sino que en el entorno del muro vemos numerosas colmenas y algunas de ellas son las que tradicionalmente se utilizaron en Carazo. Se han conservado gracias al interés y dedicación de Serafín Izquierdo (fig. 106).
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